martes, 11 de noviembre de 2008

LA HUMANIDAD FUTURA - 02

Desarrollo - II PARTE

Esperanza de evolución de la humanidad

Si miramos la historia de la humanidad, desde el punto que se conoce a ciencia cierta (desde los historiadores romanos, por ejemplo), todo parece indicar que la humanidad evoluciona en círculos. Todo lo que crea y avanza en un periodo de tiempo, lo destruye y convierte en ruinas en el periodo siguiente, para renacer un nuevo periodo de nuevos avances. ¿Cuántas civilizaciones habrán hollado la Tierra para desaparecer sin dejar rastro?

En ese proceso de alternancia de gloria y caos se consiguen mantener algunos avances valiosos, materialmente hablando, pero también se pierden otros que tal vez habrían sido necesarios para las nuevas etapas. Esto puede llevarnos a periodos de paralización o equilibrio del progreso, por lo que sólo existen determinados periodos o "intervalos" (ver Ley de octavas) en los que realmente se puede evolucionar. La pregunta clave es si en tales intervalos es la humanidad la que decide evolucionar o simplemente se dan las circunstancias apropiadas. La vida sigue su curso entre los periodos de gloria y los de caos, y cada pueblo cree en sus avances y en sus campañas para cambiar el mundo, pensando que está en sus manos el hacer algo al respecto.

Ponen al ser humano en el centro de todo, como si tuviéramos capacidad para dirigir nuestro futuro y el del mundo, olvidando el tamaño real del ser humano y su breve historia en el cosmos. La igualdad y el bienestar para todos son teorías muy bellas pero fatales si se llegaran a realizar. La Naturaleza ha creado las desigualdades y el sufrimiento para que exista la posibilidad de progreso. Toda evolución necesita opresión para resurgir de una lucha que, en muchos casos, da lugar a una nueva especie. Es de los "choques" (ver Ley de octavas) de donde surge lo valioso, el fruto de un sobreesfuerzo que caracteriza a la especie victoriosa. Es la de las charcas sometidas a sequías de donde surgieron los anfibios: de entre moribundos surgió la vida. La evolución de la humanidad es un proceso cuya realización es posible de modo análogo al proceso de evolución de cualquiera de sus individuos. Comienza con que un determinado grupo de células va tomando pseudoconciencia gradualmente, luego este grupo se desarrolla más que las células individuales, y atrae hacia sí otras células y así sucesivamente. Pero parece como si la humanidad no quisiera ser guiada por grupos conscientes de individuos, por lo que el verdadero cambio depende de lo que un individuo haga consigo mismo interiormente. Y este avance, multiplicado por millones de individuos, consigue el verdadero salto evolutivo.

Los humanos creemos que somos el centro de todo y que podemos hacer lo que queramos y decidir sobre todo, pero está más que demostrado que estamos influenciados por el Cosmos en cada respiración que tomamos. La vida orgánica sobre la Tierra es el receptor de todo lo que procede del Cosmos a modo de influjos o radiaciones: no dudemos que la radiación solar y la cósmica son capaces de alterar la vida. La interacción entre todas las especies que forman la vida orgánica, y tales influjos dan impulso a la Naturaleza, por lo que esta depende del Cosmos y de cómo este interactúa con la vida orgánica. Después de todo, la Astrología puede estar dando algunas pistas para quien sepa interpretarlas. Para los ocultistas, la Naturaleza se basa en la pureza de acción (objetividad ante las especies: cualquiera puede ser cazado o cazador) y en la eterna protección, por lo que se hace llamar Madre Naturaleza. Por eso ellos defienden que es por causa del ser humano que existen plantas venenosas y animales peligrosos, puesto que es el ser humano el que está modificando a la Naturaleza, y ella se defiende mediante fieras y cataclismos que no son más que alivio de su propia tensión, acumulada durante miles de años. De este modo, el ser humano recibe su propia cosecha y debe aprender de ese fruto para sembrar con mejor calidad en el futuro. La Naturaleza devuelve a la humanidad su propia iniquidad y la prueba de su inamovible designio es que han desaparecido hasta las trazas de las más grandes civilizaciones. Es obligación de la humanidad evolucionar y ayudar en la evolución del resto de las especies, así como reducir las tensiones terrestres y cósmicas. Para los ocultistas todo en el Cosmos está vivo, y ejemplo de ello lo hacen con la Luna, satélite árido que a nuestros ojos carece de toda oportunidad evolutiva. Ellos defienden que la Luna es un planeta que acaba de empezar su evolución, y que llegará un momento en que llegue a desarrollarse tanto como la Tierra (ver la Ley de las tres fuerzas), aunque no tiene por qué hacerlo en el mismo modo ni en las mismas dimensiones físicas que ahora conocemos. Después de esto aparecerá una nueva Luna y la Tierra se convertirá en su sol. Todo esto no es un proceso garantizado, pues todo va encadenado y si la Tierra fracasa en su evolución, el resto de los acontecimientos tampoco se realizarán.

Existe un periodo determinado para la realización de acontecimientos clave, y si estos no surgen, el resto nunca sucederá. El componente en mayor esperanza de evolución de la vida orgánica sobre la Tierra es la humanidad. Si la humanidad no evoluciona, la vida orgánica no evoluciona, y esto hace inservible a la humanidad para el propósito del Cosmos, por lo que la humanidad desaparecería, como vimos al hablar de los Ángeles Lucifer en Solos en el universo.

¿Podemos esperar algún tipo de evolución física (biológica) en el ser humano?

Sri Aurobindo escribió a principios del siglo XX : "... el hombre es un ser de transición... el paso del hombre al superhombre es la próxima realización inminente de la evolución terrestre. Este paso es inevitable porque es a la vez la intención del espíritu interior y la lógica del proceso natural". Y tras dejar de escribir dedicó el resto de su vida a experimentar sobre sí mismo la llegada de este superhombre. Pero murió sin contar nada al respecto, aunque quedó alguien que continuó su experimento: Mirra Alfassa (Madre, para sus compañeros), compañera suya en vida y experiencias. Aurobindo nunca dijo si existía un eslabón entre el hombre y el superhombre, pero Madre sí que insistía en que ahora estamos en un periodo de transición en que hombre y superhombre se encuentran fusionados, persistiendo el viejo hombre con plena potencia, dominando la consciencia ordinaria, pero de modo que deja que se infiltre el nuevo hombre, modestamente, sin molestar, imperceptible para la consciencia de la mayoría, pero incesante en su incursión. Y en cada avance de este sobre aquél se produce como un desgarramiento de los límites... y es porque existen unos nuevos límites marcados por algo que no estaba en el Universo que los científicos han estudiado. Es un elemento nuevo que traerá un caos en las percepciones, un nuevo conocimiento, porque ese elemento es la mente de las células. Nos está afectando ya a los humanos del mismo modo que la mente homínida afectó en el desarrollo de nuestra especie diferenciándola del primate. Desde el punto de vista esotérico, del mismo modo que los Ángeles Lucifer infundieron en la mente humana una conexión propia de los ángeles afines al fuego, es posible que los ángeles afines al agua dejaran una semilla propia en la mente de las células para que, llegado el momento evolutivo adecuado, se activara una conexión entre estas y las huestes más evolucionadas de Ángeles.

No podemos esperar que se produzca un cambio genotípico del que surja el superhombre, al menos no en un plazo calculable. Las guerras, las grandes enfermedades y el avance de la Medicina suponen un elemento de selección indiscriminada en contra de las mutaciones genéticas y la selección natural, por lo que ya no sobreviven los que aprovechan mejor las mejoras heredadas, sino los que tienen a su alcance los mejores medios o se encuentran al margen de las guerras y epidemias.

Según Mirra Alfassa, la nueva especie (que ya existe dentro de cada uno de nosotros, latente desde los orígenes) produce la desorganización de la vieja especie. Ella explica que, cuando su cuerpo pasa el umbral de la realidad común, siente como la fuerza que hace que las células se mantengan unidas se convierte como en una fuerza centrífuga que hace que se esparzan. Hasta provocarle el desmayo, pero conscientemente. Y en ese desmayo nota como un movimiento ondulatorio y unísono en todas sus células, con una potencia formidable, como inmerso en el Universo. Y en ese estado en que la nueva mente toma el mando por unos instantes, y Mirra cuenta que la consciencia no tiene límites, es igual que las olas, pero un movimiento de olas materiales, corporales, vasto como la Tierra, algo muy infinito en la sensación. Ella cree que la consciencia se vuelve más intensa y más extensa, quedando el cuerpo como algo pasivo en medio de ese mar de consciencia. "Es como un océano de luz que continúa su trabajo, es azul ultramar oscuro" dice Mirra. Todos los campos físicos son de carácter ondulatorio, por lo que esa sensación de Mirra está justificada, pero ¿qué campo es el que ella sentía? Nos cuenta que el mar de consciencia que la atrapa es ilimitado, calmado y con movimiento ondulatorio y armonioso, de modo que cualquier movimiento que ella hace es una extensión de esa ondulación. Ni la sensación de su propio cuerpo era la habitual: para ella era como una concentración de vibraciones. Hasta la sensación de sus enfermedades y achaques de la vejez avanzada en que se encontraba, son sentidos de modo diferente. Comer, oír, ver y el funcionamiento del organismo le cambian de modo que parece que obedecen a otras leyes. Siente todo eso como una especie de problema de ajuste a una necesidad vibratoria nueva... el dolor es lo único que le queda como antes. Ella cree que se está produciendo un cambio tan profundo que afecta incluso al Ego, y todos los hábitos aprendidos se desmoronan ante la nueva forma de consciencia. Hemos de recordar lo que ya dijimos en Solos en el universo al hablar de los Ángeles y la decisión de cada ser humano de perder su individualidad a cambio de la felicidad, pues encaja perfectamente con lo que Mirra está experimentando y su necesidad de acallar el ego ... por que ella siente como que pierde su unidad material, como que se diluye en una desorganización corporal, como un aviso de la cercanía de la muerte pero con la sensación de que en lugar de muerte se trataba de un renacer; pero la sensación provoca un temor y se cree que es una gran enfermedad. En ese momento en que se piensa que es una enfermedad, el Ego vuelve a hacerse fuerte y la intelectualidad del cuerpo busca la solución a través de la medicina, del viejo hábito de vivir y morir. La mente y su modo aprendido de operar se erige como obstáculo a la nueva consciencia de las células, como si la mente fuera el bosque y las células los árboles, y de algún modo el bosque es más poderoso en su manifestación total que los árboles en la suya. La consciencia que se intenta apoderar de lo inconsciente acaba alterándolo, como cuando queremos ser conscientes de que nos dormimos y sólo conseguimos insomnio. Es la unión de la consciencia y la inconsciencia la que nos hace equilibrados. La consciencia es exterior, la inconsciencia es interior, y necesitamos de ambas. Si nuestra consciencia, que es de reciente adquisición, es tan grandiosa ¿cuan grandiosa no será nuestra inconsciencia, con cientos de millones de años de antigüedad? No nos quepa duda que en nuestro interior existe un potencial enorme, tal vez conteniendo el germen del universo entero, que nos exige que cumplamos nuestro destino, advirtiéndonos con las enfermedades cuando nos alejamos de él. El camino hacia el destino de cada humano es único, y es el inconsciente el que nos empuja hacia él, no simplemente buscando la perfección, sino también la totalidad, hablando en términos de encajar en el Cosmos perfectamente. Nos contó Mirra Alfassa su experiencia con la otra consciencia, la celular, en la que se pierden los límites de la sensación corporal y parece que se va a disolver extendiendo sus dimensiones por el universo. Las leyes conocidas de la vida cambian, como si la organización de las células humanas se negaran a sobrevivir sin el sentido de la individualidad separada. Pero la nueva y desconocida ley es capaz de funcionar sin ego. Mirra era casi ciega y sin embargo aseguraba que veía con la nueva consciencia, pero con una visión de puntos multicolores aún con los ojos cerrados. Y a esta visión especial acompañaba una sensación de flexibilidad de las formas, de una disminución considerables de la rigidez de las formas. También eso le provocaba temor y el cuerpo quería volver a la antigua consciencia, hasta que se pudo acostumbrar a la sensación. Ella creía que es necesario abandonarlo todo: todo poder, toda comprensión, toda inteligencia, todo conocimiento; volverse perfectamente no-existente. Y las células se quedan inmóviles, vueltas hacia la consciencia, esperando. Todo lo que uno hace, todo lo que uno sabe, todo está basado en una especie de memoria o hábito semiconsciente y constante que debe ser cambiado, detenido. De ese modo queda reemplazado por una especie de presencia luminosa y las cosas vienen sin toda esa carga que uno arrastra tras de sí todo el tiempo: aparece justo lo que uno necesita.

Deja de existir el conocimiento mentalista y surge de modo natural una nueva ley en la que en lugar de haber causas y efectos, la consciencia está inmersa en su propio movimiento, de un modo en que no existe un centro, como le sucede al ego que se siente como centro de lo que ocurre. En el nuevo estado, no hay que pensar las cosas antes de hacerlas, pues todo sucede sin causa previa, sin preparación, basta con sentir una necesidad y se realiza. Es como estar dentro de todo, formar parte de todo a nivel microscópico, y simplemente sabes lo que va a ocurrir porque estas esparcido por todo y notas que eres más consciente, como si el mar de la consciencia te avisara de cuanto acontece haciéndote sentirlo. Y en cuanto interviene la mente todo se desvanece para caer en la antigua consciencia de nuevo. Para Mirra parece como si la Tierra entera fuera igual que el cuerpo o este formara parte de aquella. Y con esa nueva consciencia no es necesaria la complejidad de la vida, pues esa complejidad es como un infantilismo inútil. Es una nueva posición de la consciencia que no es ni espiritualista ni materialista ni consecuencia de ambas, sino algo que está por descubrir, que tal vez ya estamos desarrollando de modo inconsciente. En ese nuevo estado, cuanto más consciente es uno y está más en relación con la verdad de las cosas, más autoridad tiene la voluntad sobre la substancia.

Para los rosacruces hace muchos años que es conocido el hecho de que cada célula del cuerpo tiene conciencia separada, aunque en un orden inferior. Mientras las células forman parte de nuestro cuerpo, están sujetas y dominadas por nuestra consciencia. Y eso ocurre para toda célula que vive bajo la influencia de nuestra conciencia. Pero también es posible llegar a percibir la célula, a experimentarla. Pero tenemos el obstáculo de la capa intelectual, que es la que nos alimenta actualmente de sensaciones. Para librar este obstáculo se requiere el silencio mental. Si queremos ver el fondo de un estanque, debe estar libre de turbulencias.

El siguiente obstáculo es la mente emotiva, la cual hay que pacificar. En ambos obstáculos se requiere avanzar con neutralidad, pues si uno se repliega o rechaza algo de ellos, se levanta de nuevo la barrera. Por último llegamos a la capa más profunda, la de la mente física, la barrera más difícil de notar. Mirra Alfassa nos aconsejó vivir la experiencia celular: ello implica ir en contra de todo lo que hay en nosotros que no quiere progresar, fruto de milenios de inercia, de costumbres. La muerte no es inevitable, es un accidente con el que hemos convivido siempre hasta ahora y nos creemos que hay que enfrentarse a ella, una batalla contra uno mismo, pero es una batalla contra miles y millones de adversarios, para librarse de los hábitos de miles de años. El cuerpo (el de Madre, en el experimento) está aprendiendo una cosa: que todo cuanto sucede es para su progreso, ... para alcanzar el estado verdadero, el que se espera de las células para que la realización pueda efectuarse; cada dolor y cada enfermedad tiene un objetivo. Y es nuestra mente quien transforma cada sensación en una concentración, en un estado en que nos replegamos sobre nosotros mismos, pero es cuando el cuerpo se expande, se hace flexible y vasto, cuando todo se vuelve maravilloso. De pronto, por una tontería, por una corriente de aire, lo olvida, se repliega sobre sí mismo, siente miedo a desaparecer, miedo a no existir... y hay que volver a empezarlo todo de nuevo desde el principio. Con su experimento, Mirra pasa por momentos en los que parecería mortalmente enferma, pero ella nota que todo eso tiene el objetivo de experimentar, de encontrar fuerzas y sentir en esos instantes, en que la mente está ocupada con el sufrimiento y sucumbe repetidas veces ante los desórdenes, que el miedo de la mente nos hace esclavos... si nos llega a sofocar lo suficiente, lucharemos tan fuerte como un pez que se asfixia en una charca y trata de librarse del ahogo buscando otro medio u otro órgano respiratorio más adaptado. Es como un miedo a la muerte, como si la muerte se produjera a cada minuto, a pequeños golpes y es la mente misma quien la provoca con su miedo a disgregarse y perder el dominio. Las células obedecen hipnotizadas a las órdenes mentales, pero también tienen su propio entorno donde luchan por sobrevivir, y si las órdenes mentales las sofocan, puede ocurrir que se produzca una rebelión con la misma proporción que el sofoco, y de ahí puede empezar a surgir un nuevo tipo de conciencia.

Pero, por lo general, son necesarias catástrofes orgánicas para que se produzca una nueva percepción. Decía Mirra que todo lo que es inconsciente tiene necesidad de emociones violentas para sacudirse y despertar, además de estar sujeto a las malas sugestiones. La consciencia más elemental ha sufrido tanto que teme a la mente (pues es la mente su fuente de sensación y experimentación). La consciencia material, es decir, la mente en la materia, se formó bajo la presión de las dificultades, y eso le ha dejado una huella de pesimismo y derrotismo, en el subconsciente de cada célula, que es el mayor obstáculo. Mirra aconseja que nos centremos en conseguir que un pequeño grupo de células cambie su estado de consciencia, de modo que no experimenten la enfermedad con temor, con esa especie de trama derrotista, catastrófica, sino que la experimenten como una oportunidad de aprender a sacar fuerzas clave en momentos en que la mente suelta las riendas. Las células primigenias (de las que surgieron los seres vivos multicelulares) debieron experimentar condiciones terribles en su lucha por la supervivencia, y fue al agruparse en colonias de células cuando se sintieron seguras y consiguieron una nueva especie. De algún modo, las células portan consigo una memoria (tal vez en la mitocondria) de ese terrible pasado, y se esfuerzan por mantenerse unidas en un cuerpo. En cada especie existen los seres pioneros que inician la escisión de la cual brotará la nueva especie. Si, como dice Mirra Alfassa, las células del cuerpo humano están pugnando por liberarse de la mente, entonces ese puede ser un comienzo para el nuevo ser. La experiencia de Madre es muy intensa en algunos momentos, en los que su cuerpo tiembla, se estremece por potentes acometidas hasta el punto en que tenía la impresión de que iba a estallar.

Nos cuenta que nota como la vibración de todas sus células se convierte en una sola vibración, como fuego intenso a modo de fiebre. Es con el fin de demostrar que para vencer a la muerte hay que estar dispuesto a pasar por la muerte. La vibración es tal que parece capaz de vencer a la fuerza que mantiene unidas a las células en un cuerpo.

Entre el nuevo estado y el viejo no hay mezcla, es como si funcionaran uno a través del otro. Debe ser algo intercelular, muy microscópico. Es el mismo mundo y es totalmente diferente: ¿serán dos aspectos de este mundo? La mente, en sus albores, cuando comenzaba a tomar forma y aún era frágil y tierna, de entre todas sus sensaciones escogió un estado o punto de vista y cayó en la mentira. Tal vez no tuvo opciones y su diseño genético no le permitió otro punto de vista. Por eso nuestra mente actual nos muestra una realidad incompleta, supeditada además a nuestro modo de ver la vida, pero la VERDAD es como una pulsación universal, en la que no rige ni el tiempo, ni la Luna, ni el Sol. Y esa pulsación debe ocupar el lugar de la falsa pulsación de nuestra "realidad". Tal vez Mirra habla de la dimensión Eternidad, más allá de la cuarta dimensión que conocemos, y de la cual hablaremos en la Teoría del Punto Omega. La relatividad del tiempo y del espacio contemplada desde dos mundos (el viejo y el nuevo) que se interseccionan como el agua en la esponja, pero con unas leyes físicas absolutas, o al menos más absolutas que las que ahora manejamos.

Madre nos dice que comienza a sentirlo en las células del cuerpo: es un movimiento, como una especie de vibración eterna, que no tiene ni principio ni fin, existe desde toda la eternidad y para toda la eternidad (como una onda sinusoidal), y sin división del tiempo; sólo cuando la mente proyecta sobre nuestro interior aparecen como secuencias encadenadas unas tras otras. Pero Mirra nota que todas las cosas SON, el encadenamiento desaparece en el nuevo estado: una cosa no es ya la causa de otra, eso pertenece al mundo del espacio y del tiempo. En el nuevo estado todo es como más denso, pero a la vez más ligero.

Pero para Madre todo era como una experiencia nueva y desorganizadora, en la que las fuerzas naturales se retiran y entra en escena una nueva sensación, después de un tránsito muy doloroso y desagradable, debido a la lucha contra la derrota. Y es por las células, que sienten terror ante la pérdida de orden corporal, pero si un pequeño grupo de ellas alcanza la serenidad y permanecen confiadas y expectantes, la nueva sensación encuentra un hueco para tomar posesión. Entonces las células se acuerdan del dolor y todo vuelve otra vez. Pero ya se ha conseguido enseñar a algunas células que hay otro estado y empiezan a colaborar y la acción es mucho más rápida. Cuando el mal vuelva de nuevo, entonces son ya las células mismas las que quedan expectantes, porque se acuerdan. Consiste en la reeducación de las células para que su temor se convierta en expectación. Tal como había dicho Sri Aurobindo, la mente física tal como está organizada no sirve para nada, por lo que hay que desembarazarse de ella o reorganizarla. Pero está tan íntimamente encadenada al cuerpo físico, y viceversa, que cuando Madre intentaba anular la mente física y la conciencia del otro estado quería manifestarse, eso mismo producía el desmayo. Es probable que la mayor oposición a pasar al otro estado se dé en los seres más ‘conscientes’, pues su mente misma querrá que las cosas continúen en el estado en que se siente cómoda. Por el contrario, la materia llamada inerte no se resiste y, por ello, es más capaz de responder.

Es el sistema nervioso el que se encarga de informar a la mente, desde cada célula. Cuando se pierde la centralización de la consciencia procedente de las células del cuerpo, sobreviene la pérdida de consciencia, la muerte. Y es así porque el cuerpo se deja llevar por la inercia del descanso absoluto y por la sugestión del hábito de morir. La fuerza centralizadora mecánica del sistema nervioso hace que las células se mantengan unidas, pero si la mente cree que todo ha terminado, ciertamente todo se descentraliza. Si creamos una fuerza centralizadora voluntaria que sustituya a la fuerza mecánica, habremos dado el primer paso a la inmortalidad.

Madre empleaba, para la centralización voluntaria, un mantra, pues cada cosa (animada o inanimada) vibra con una frecuencia que le caracteriza, debido a su propia energía. El tantrismo (antiquísima ciencia de los sonidos, de la India) enseña toda la gama vibratoria para todo objeto o ser consciente, y estos sonidos son lo que se llama mantra: una vibración que puede reproducir cierto estado de consciencia, repitiendo sonidos formando sílabas. Madre trataba de caracterizar mediante el mantra una vibración más expansiva, como el amor, para dar un nuevo principio de cohesión a sus células que no se fundamentara en el hábito mortal. El mantra empieza por ser recitado mentalmente para pasar poco a poco a todos los grados del ser: el corazón, las emociones y las sensaciones, etc... hasta quedar fijado en todo el cuerpo. Entonces las células, el sistema nervioso y todas las capas de la consciencia se acostumbran a la llamada de atención del mantra y ocurre que tiene un efecto organizador. El mantra de Madre es: OM NAMO BHAGAVATE
(siete sílabas)

Si las células se acoplan al mantra, la vibración de este puede operar transformaciones en las células, con tal de que las células duren el tiempo suficiente.

Cinco años antes de morir, Madre advertía a sus compañeros de algo que a ella podía ocurrirle:

"A causa de las necesidades de la transformación, es posible que este cuerpo entre en un estado de trance que tendría una apariencia cataléptica. Sobre todo, nada de médicos. No os apresuréis tampoco a anunciar mi muerte ni dar al gobierno el derecho de intervenir. Guardadme cuidadosamente al abrigo de todo deterioro que pudiera venirme de fuera: infección, envenenamiento, etc... y sed de una paciencia incansable; podrá durar días, semanas o incluso más, y será necesario que esperéis pacientemente a que yo salga naturalmente de ese estado después de que el trabajo de transformación esté realizado. Quisiera que no me metan en una caja y que no me entierren. Porque, incluso después de que los médicos hayan declarado que este cuerpo ha muerto, estará consciente: las células están conscientes."

El trance cataléptico, la inmovilización total con paro cardíaco y con todas las apariencias de la muerte.

La visión de Mirra del otro estado tiene también un fondo globalizador. Ella dijo que la Tierra estaba envuelta como en un entramado de finos hilos que unen todas las circunstancias que aparentan no depender unas de otras, pero que en realidad todo depende de todo y es tal que, si se cambia una de dichas tramas sin tener en cuenta sus implicaciones, todo puede hundirse en una catástrofe. En determinadas circunstancias especiales se filtra parte de esas tramas en nuestra realidad y ocurre que surgen ideas y descubrimientos a favor de la humanidad. Y esas circunstancias especiales se dan en momentos en que gran número de conciencias se dan cuenta, con una convicción absoluta, que la vida es absurda tal y como se manifiesta. Del mismo modo en que hubo una época en la Tierra en que surgió la especie con mentalidad, y eso fortaleció a la especie como grupo, se espera que llegue el momento en que surja la especie supramental, la del otro estado, y lo haga con tal fuerza que sea global, sin marcha atrás. El problema es ese periodo en que ni se es una cosa ni otra, pues falta la masa critica de conciencias que precipite los acontecimientos, y el individuo no sabe hacia donde dirigir sus pasos ni es capaz de ver por sí mismo un objetivo. Es un periodo de mucho sufrimiento y de caos interior. Es necesario que muchos individuos pasen a la vez por ese calvario y sacrifiquen parte de sí, para que, si se dan las condiciones, surja la otra consciencia de forma grupal, y no individual, para conseguir mayor incidencia y durabilidad del otro estado. Mientras dura la transición, es en algunos momentos como un enloquecimiento en las células. Hay algunas para las que ese movimiento resulta espontáneo e inevitable, pero hay otras que deben sufrir para aprender. En algún momento todos los grupos de células se abandonarán totalmente, con una confianza total.

Sri Aurobindo decía: "hay también una mente oscura, una mente del cuerpo, de las células mismas, de las moléculas, de los corpúsculos. Haeckel, el materialista alemán, ha hablado de una voluntad en el átomo, y la ciencia reciente (Heisenberg), ante las imprevisibles variaciones individuales en la actividad del electrón, está a punto de darse cuenta de que no se trata de una metáfora, sino de la sombra proyectada por una realidad secreta. Esa mente corporal es tangiblemente real; por su oscuridad, su apego obstinado y mecánico a los movimientos pasados, su facilidad para olvidar, su rechazo hacia lo nuevo, es uno de los principales obstáculos para la penetración de la fuerza supramental en el cuerpo y para la transformación corporal. Por el contrario, una vez efectivamente convertido, será uno de los instrumentos más preciosos para estabilizar la luz y la fuerza supramentales en la Naturaleza material." Madre era constantemente sometida a pruebas y experiencias internas, superando crisis cardíacas y todo tipo de enfermedades, hasta encontrarse más tiempo en el otro estado que en el viejo estado, sufriendo un desplazamiento de la voluntad y de las capas internas de su ser, una desorganización nerviosa. Acaso el animal-hombre ha dominado sobre la consciencia desde que la recibió, usándola como instrumento según su mente, desconocedora de sus posibilidades, le dictaba; como el niño que intenta abrir una puerta sin usar el pomo, a golpes. Necesita aprender a usar el medio que ya está ahí. Para Mirra Alfassa todo comenzó cuando los médicos declararon que estaba muy enferma. La mente y su fuerza vital se habían retirado dejando, poco a poco, que las células comenzaran a despertarse a la nueva consciencia.

El doctor John E. Heuser, sirviéndose de clichés tomados por un microscopio electrónico capaz de distinguir dos puntos separados entre sí tan sólo por una millonésima de milímetro, observaba recientemente (año 1979): "Una de las características intracelulares más interesantes para la ciencia es la existencia de una red parecida a una red de pesca, que envuelve por completo el cuerpo principal de la célula, el citoplasma. Hasta el descubrimiento de esas redes se creía que el citoplasma de la célula era una especie de gelatina sin estructura interna; ahora pensamos que esa red debe ayudar a mantener la forma de la célula." Anticipándose a tal hallazgo Madre, en 1970 contaba algo curioso: "Todo está detrás de redes, muy recientemente, ¡redes!. Hay una red de un color, otra de otro color... todo, todo está detrás de una red, como si nos moviéramos entre redes. Pero no se trata de una sola red: la red depende en su forma y color de lo que está detrás .Y es el medio de comunicación. Y lo veo con los ojos abiertos, de día. Estoy viendo, por ejemplo, mi cuarto, y al mismo tiempo veo un paisaje, y otro, y cambia y se mueve, y con una red así entre los paisajes y yo. La red parece ser... lo que separa ese mundo físico verdadero del mundo ordinario... veo más claro con los ojos cerrados que con los ojos abiertos, y sin embargo, es la misma visión, la visión física, pero un mundo físico que parece... más completo." Madre nos aseguraba que no era una "visión de vidente". En esa época Madre estaba ya ciega. Es evidente que veía a través de los "ojos de las células".

Para que el embrión de un animal logre emerger de un grupo amorfo de millones de células indiferenciadas, estas deben encontrar su lugar y colocarse en orden formando entonces un tejido u órgano especializado. Pero, ¿cómo saben las numerosas células a dónde tienen que ir?

De acuerdo con la teoría de Albretch-Buehler, una célula encuentra su lugar "mirando" a las otras. Puede hacerlo porque tienen una forma primitiva de ver, lo que implica que pueden poseer una especie de cerebro u órgano sensible y procesador de información que influye sobre el uso de su código genético (elaboración de las proteínas que dan forma a la célula en crecimiento) durante el desarrollo de la célula. Al parecer se ven entre sí dirigiendo una emisión infrarroja en un radio entre 800 y 900 nanómetros. ¿Con qué ven? Su teoría sugiere que los ojos de la célula se parecerían a centriolos, pares de estructuras diminutas en forma de cilindros que se encuentran justo en el exterior del núcleo. Se está estudiando si existe dicho pseudo-cerebro o sistema de integración de datos, pero mientras se confirma o no, parece razonable pensar que las células intercambian información de algún tipo con sus vecinas para conseguir formar y reponer tejidos especializados y diferenciados.

Según todos los científicos especializados, la evolución se ha producido por medio de mutaciones en el código genético. Por ello es evidente que dicho código juega un papel crucial en nuestro futuro como especie. Tal vez la clave no esté sólo en el código genético, que es el código de los hábitos humanos, sino en la capacidad de la célula para usar el ADN de modo que la especie desarrolle nuevos hábitos y olvide los viejos. Un ocultista dirá que si no es la célula la que toma las riendas, será un Ser superior quien intervendrá para manifestar, mediante la influencia de radiaciones cósmicas y las mutaciones consecuentes, los cambios necesarios en la vieja especie para dar el paso a la nueva especie. Los dinosaurios cedieron, por su falta de adaptación, a las nuevas especies. ¿También cederemos nosotros o podremos seguir en la cresta de la ola dentro de la nueva especie? Hegel nos dijo que: "La esencia del hombre es el espíritu... únicamente despojándose de su modo de ser finito y rindiéndose por propia voluntad a la pura conciencia de sí mismo es como alcanza la verdad." Para los ocultistas rosacruces, en cada periodo de evolución del Cosmos surge un elemento nuevo más. En el Período de Saturno sólo existía el elemento Fuego (calor, radiación). En el siguiente, el Periodo Solar, se añadió el elemento Aire. En el tercer periodo, el Lunar, se agregó el Agua como tercer elemento. En el Periodo Terrestre, además de los tres anteriores, aparece el elemento Tierra. El próximo periodo será el de Júpiter y se agregará un quinto elemento de naturaleza espiritual, que se unirá a la capacidad de comunicación, eliminando toda distorsión en la información.
La opinión de John Desmond Bernal, en su libro "El mundo, la carne, el demonio", sobre la forma de vida dominante que habrá en el futuro final se resume en:
"La nueva vida (seres inteligentes lo suficientemente dotados como para sobrevivir en el espacio sin las molestias de un traje espacial) sería más plástica... más variable y más permanente que aquella creada por el oportunismo triunfante de la Naturaleza. Poco a poco, la herencia en línea directa desde el hombre (la herencia de la vida original) menguaría, y de hecho desaparecería, conservada como una reliquia interesante; mientras que la nueva vida, que no tendría ninguna de las sustancias pero todo el espíritu de la vida antigua, tomaría su lugar y proseguiría su desarrollo... Finalmente puede que la propia consciencia desapareciera en una humanidad que se habría vuelto totalmente etérea, habiéndose desprendido del ceñimiento del organismo, transformándose en conjuntos de átomos situados en el espacio y comunicados entre sí por radiación, y quizás transmutándose por último en luz ... La antigua humanidad sería la dueña indiscutible de la Tierra, y sería considerada por los habitantes de estos ámbitos espaciales con una curiosa reverencia. El mundo (la Tierra) podría de hecho, pasar a ser un zoológico humano, gestionado con tanta inteligencia que sus habitantes no percibirían que sólo se encuentran allí para observarlos y experimentar con ellos". De hecho, esto podría estar ocurriendo ya, desde hace milenios.
Los científicos que estudian los fenómenos de la Física definen a la humanidad como un paso intermedio de una cadena temporal de existencia del ser. Y aunque somos un eslabón crucial, somos sólo un eslabón de muchos que han sido y serán. Y ya nos aseguran que nuestra especie se extinguirá a favor de nuevas especies, que no posean límites tan finitos como los nuestros: cerebros limitados, organismos limitados y expresión limitada. Las nuevas especies deberán poseer constituciones con capacidades menos limitadas.

Los ocultistas defienden que existió una Época Dorada durante la que la especie humana podía comunicarse mediante el pensamiento. Pero la sustancia de los cuerpos se hizo más densa hasta alcanzar la condición del átomo que ahora conocemos, reduciendo de ese modo la frecuencia de vibración a un nivel tan bajo, sometido a la fuerza de la gravedad terrestre, que los pensamientos no podían ya pasar a través de ella, por lo que se evolucionó desarrollando los sonidos como medio de comunicación. Actualmente, como residuo aletargado de aquella capacidad, existe una especie de sexto sentido que nos permite conocer cómo se siente una persona con la que nos identificamos en un momento determinado. Por medio de este sentido extra podemos salir de nuestro estado de ánimo, por unos momentos, y entrar en el estado de ánimo de ese otro ser. Para mantener y desarrollar esa facultad han influido en gran modo los medios de comunicación masivos, que nos sensibilizan ante las grandes tragedias de la humanidad. Pero los ocultistas afirman que el humano estará completo si posee los cuatro cuerpos (físico, astral, mental y causal) completamente desarrollados. Esto le otorgará la inmortalidad, y un desarrollo que no sigue las leyes de la Naturaleza conocidas.

Para la comunidad científica, el progreso continuará indefinidamente y en todos los sentidos. Para sobrevivir, la vida deberá expandirse por todo el Universo (ver Teoría del Punto Omega). Hay dos grandes corrientes filosóficas y científicas que se han opuesto a la idea del progreso indefinido: el Eterno Retorno y la Muerte Térmica. Para los defensores de la teoría del Eterno Retorno, todos los sucesos de la Naturaleza se repiten hasta el mínimo detalle, habiendo un número limitado de posibilidades que serán repetidas indefinidamente. Esto obliga a que la vida no tenga ningún sentido (el nihilismo de Nietzsche) y que el progreso no exista. Además implica que Dios no existe, pues su creación es absurda. Se ha mitificado mediante la leyenda de Sísifo, el griego condenado por los dioses a empujar una enorme piedra hasta la cima de una montaña en el infierno; tras alcanzar la cima, la piedra rodaba hasta el valle y Sísifo debe comenzar su trabajo de nuevo.

La Muerte Térmica es consecuencia de la segunda ley de la Termodinámica y la entropía (cantidad de carácter físico que mide el desorden de un sistema), que bien aumenta o se mantiene, pero nunca disminuye. En el estado final de entropía máxima, la temperatura es constante en todo el sistema, por lo que en el caso del Universo toda la energía se hallaría en forma de calor a temperatura constante, y no habría diferencias que produjeran flujos de energía disponible para su provecho, desapareciendo la vida.

Frank J. Tipler ha demostrado que existe una fuente de energía aprovechable (el colapso diferenciado del Universo, ver Dinámica del Universo)que tiende hacia el infinito al acercarse el Punto Omega, algo parecido a una inversión del Big Bang, en un Universo que se comprime hasta formar un punto de inflexión. Además nos recuerda que por el teorema cuántico de la recurrencia, un sistema cuántico finito vuelve y repite toda su historia indefinidamente, siendo cada una de las repeticiones arbitrariamente similares unas de otras en sus detalles, por ejemplo, una se diferencia de otra en un solo fotón. Para los estudiosos de la teoría del multiverso, esta recurrencia no es más que el conjunto de universos paralelos y diferenciados que sólo se pueden detectar por la interferencia entre ellos (motivo por el que aún no podemos detectarlos), y que coexisten si la dimensión "tiempo" se observa en su infinitud o es eliminada. Por otro lado, esta cuasi periodicidad de los sistemas cuánticos finitos les impide ser caóticos, por lo que la teoría del caos no se puede aplicar a ningún sistema físico (todos los sistemas físicos son cuánticos). Tipler demuestra que no puede darse el Eterno Retorno:

"Espacio de fases: espacio de estados formado por 6N dimensiones, las tres espaciales y sus tres momentos (masa por velocidad vectorial) de cada una de las N partículas. Este espacio de fases simboliza la historia de los diferentes estados de las partículas a través del tiempo. Existe una medida mínima en el espacio de fases cuántico: se trata de la constante de Planck "h", que tiene dimensiones de momento multiplicado por longitud espacial. Por consiguiente, la constante de Planck transforma todo el espacio de fases accesible al sistema cuántico en celdillas de 6N dimensiones con un volumen del espacio de fases de valor h3N. Así es como la física cuántica posee un carácter discreto fundamental: pues si dos sistemas se encontraran en la misma celdilla del espacio de fases, entonces estarían en el mismo estado. El número total de estados accesibles por un sistema de volumen V será de V/ h3N. El espacio de fases accesible por un Universo, de dimensiones espaciales finitas, regido por las leyes de la teoría de la relatividad general no está acotado. A medida que el Universo tiende a cercarse a su singularidad final ("Big Crunch" por efecto gravitatorio) su volumen tiende a cero... y la parte espacial del espacio de fases será acotada (tenderá a cero). Sin embargo, tomado en su conjunto, el espacio de fases no tiende a cero. En la relatividad general el tamaño del espacio de fases es proporcional a la velocidad de expansión o contracción del Universo. Dado que la gravedad siempre tiene carácter atractivo y es mayor a medida que disminuye el tamaño del Universo, esta velocidad tiende a infinito al tender a cero este tamaño. Lo que ocupa el espacio de fases tiende a infinito al final del tiempo. Como es infinito el espacio de fases, no se mantiene la condición básica para que pueda haber Eterno Retorno. Si el Eterno Retorno no puede existir por razones físicas, y si también puede evitarse la Muerte Térmica, entonces es posible que siempre haya progreso. Esto no significa que no pueda haber retrocesos. La Tierra ha sufrido periódicamente colisiones contra grandes meteoritos, y a veces estos impactos han aniquilado enormes partes de la biosfera."

En resumen, el Eterno Retorno no es físicamente posible con los datos que hoy disponemos para hacer predicciones, y la Muerte Térmica parece el futuro más probable, si no se pone remedio antes.

El palenteólogo Teilhard de Chardin sostenía que la "energía" existía en dos manifestaciones básicas diferentes: "tangencial" y "radial". La primera es en esencia la energía observada por el físico, mientras que la segunda puede se considerada como una especie de energía psíquica o espiritual. Dos razones impulsaban a Teilhard a introducir esta segunda variedad de la energía: en primer lugar, el sistema cosmológico en que basaba su teoría acerca de la cosmología, evoluciona hacia un orden cada vez mayor en su medio biótico a medida que pasa el tiempo; esto le parecía entrar en contradicción con la segunda ley de la termodinámica (aumento del desorden), reconocida por Teilhard como la que gobernaba la evolución de esta forma habitual de energía. Además la predicción de la Muerte Térmica hundiría toda esperanza de que hubiera una Inteligencia Última en el Universo físico. Su concepto de energía radial se encuentra sometido a una ley universal que se opone a la segunda ley: la energía radial se va concentrando, es más aprovechable con el paso del tiempo, y esta concentración es el motor de la vida hasta llegar al hombre y más allá. La energía radial es tan ubicua como la energía tangencial. Se encuentran presentes en todas las formas de la materia, por lo menos dentro de unos límites rudimentarios, por lo que todas las formas de materia admiten así una forma de vida a diferentes niveles. Este vitalismo de Teilhard es prácticamente ocultista, lo que le ha ocasionado enfrentamientos y espaldarazos con la comunidad científica. Esta invisible propiedad energética de la materia podría explicar fenómenos tales como la mayor evolución de unas especies respecto de otras, en base a la mayor capacidad de dichas especies para aprovechar o concentrar la energía radial. También apoya a la teoría ocultista de que todo átomo del cosmos está repleto de vida, con lo que la unión de millones de átomos podría dar lugar a organismos vivos e inteligentes, pudiendo ser la energía radial el elemento que los atrae en un sólo ser. Es el éter de los ocultistas, el Fohat (ver La consciencia cósmica y Estructura atómica del universo) de los teosofistas e hinduistas, que endurece a los átomos al conglomerarlos, lanzando a la materia al nivel de máxima representación física, al pozo del Hades. Los átomos se unen para formar moléculas y células, que a su vez se unen para formar cuerpos mayores, y tal vez los humanos se unan en un futuro para formar un organismo aún mayor, el Adam Kadmon de los cabalistas, y los planetas y astros colaboren en ello, y así hasta alcanzar el infinito... sólo hay que ver el camino recorrido desde el origen de la vida y del Cosmos para hacernos una idea lo que nos espera, pues la tendencia está fuertemente marcada.

Según Teilhard, no es posible convertir la energía radial en otro tipo de energía, por lo que es una energía independiente, que no se interrelaciona con otras. La energía radial es bastante parecida al concepto físico de la información (o de manera menos general, a la capacidad de sentir y de imprimir sensaciones; sensibilidad y capacidad de proyectar; necesidad de saturar la mente y hacerla evolucionar, incluido el mensaje genético del ADN). En la cosmología de Teilhard, la evolución no finaliza en el humano. Del mismo modo que la vida no consciente se extendió por la Tierra para formar la biosfera, la vida pensante ha abarcado la Tierra para dar lugar a lo que Teilhard denomina la noosfera, o nivel cognitivo. En estos momentos, la noosfera apenas está organizada, pero aumentará su cohesión a medida que se desarrollen la ciencia y la civilización, es decir, al tener lugar la "planetización". Al final, en un futuro lejano, la energía radial será más importante frente a la energía tangencial, o mejor dicho, será predominante; la noosfera dará lugar a un ser omnisciente, denominado el Punto Omega. Dice Teilhard:

"Así, será el fin y la realización del espíritu de la Tierra:

El final del mundo: la completa internalización sobre sí misma de la noosfera, que habrá al mismo tiempo alcanzado el límite absoluto de complejidad y profundización.

El final del mundo: la destronización del equilibrio, separándose la mente, por fin completa, de su soporte material, para que a partir de entonces repose plenamente en Dios-Omega."

A partir de otros pasajes de su teoría pueden deducirse algunos atributos de su Punto Omega:

1º Permite que la humanidad pueda escapar de la muerte en general, y en concreto, de la Muerte Térmica: "el defecto básico que existe en todas las nociones de creencia en el progreso, tal y como se exponen en los manifiestos positivistas, es que no eliminan de forma definitiva a la muerte. ¿Qué sentido tiene descubrir un objetivo en el tren de la evolución, si de manera segura puede que ese objetivo algún día se reduzca a la nada (tras la muerte)? En orden a satisfacer los requerimientos últimos de nuestro actuar, Omega debe ser independiente del colapso de las fuerzas que han tejido la evolución.. Por tanto, hay algo en el cosmos que desafía a la entropía..."

2º Se encuentra en el futuro final, no dentro del tiempo, sino en la frontera de todo tiempo futuro; es el límite de todas las secuencias temporales que terminan en él: "... el propio Omega es... al final del todo el proceso, en tanto en cuanto culmina el movimiento de síntesis que se encuentra dentro de él. Pero debemos advertir cuidadosamente que en esta faceta evolutiva, Omega sólo manifiesta todavía la mitad de sí. Además de ser el último de su género, se halla también fuera de todo género... Si por su propia naturaleza no pudiera escapar al tiempo y al espacio que agrupa en torno suyo, no sería Omega..."

3º Se considera que es parecido a la singularidad existente en la punta de un cono (por esto se califica a Omega como un "punto"): "... tómese un conjunto de secciones desde la base hacia el extremo superior del cono. Su área disminuirá constantemente. De repente, en el siguiente desplazamiento infinitesimal, la superficie desaparece dejándonos con un punto... aquello que anteriormente no era más que una superficie con un centro, se ha transformado en un centro..."

4º Sólo puede surgir en un sistema geométrico finito y acotado, como por ejemplo la superficie de la Tierra, porque sólo en un entorno así estará el hombre obligado a sumirse en el Punto Omega: sólo es finito un sistema acotado, y por tanto sólo en esta clase de sistemas será posible la comunicación sin trabas: "... existe un factor... la esfericidad de la Tierra. Es la limitación geométrica de una estrella cerrada, como si fuera una gigantesca molécula, sobre sí misma...

¿Qué habría sido de la humanidad si, por alguna remota posibilidad, hubiera tenido la posibilidad de extenderse indefinidamente sobre una superficie ilimitada, es decir, dejada sólo a la expresión de sus afinidades innatas?

Hubiera sido algo inimaginable... Quizá nada, si pensamos en la tremenda importancia que juegan las fuerzas de comprensión en su desarrollo." Este apartado número 4 es el que no está correctamente desarrollado, pues Teilhard no tiene en cuenta las propiedades cuánticas de la materia, y cree que la comunicación se ve limitada por la distancia, cuando sabemos por el efecto del entrelazamiento entre partículas, que las comunicaciones se pueden dar a cualquier distancia y de modo instantáneo (aunque aún no se sepa como controla ese efecto, ver Teoría Cuántica).

La comunicabilidad sin trabas es la que lleva a la humanidad hacia el Punto Omega, forzando su consecución. Por tanto es en la comunicación en lo que debe centrarse el siguiente paso evolutivo, bien sea a través de la tecnología o por medio de la manipulación genética, o por la adquisición de nuevos sentidos orgánicos: la telepatía es uno de los escalones de esta ascensión, y el dominio del cuerpo astral pudiera ser el objetivo final.

Al no ser un cosmólogo, Teilhard desconocía que el propio Universo pudiera ser cerrado. Es más, tampoco sabía que por ser cerrado podría escapar de la Muerte Térmica. En un universo cerrado, e impulsada por los mismos mecanismos de la supervivencia, la vida se encuentra forzada a converger sobre sí misma y a dar fin al tiempo en un Dios Punto Omega, dotado de las cuatro propiedades vistas arriba. Por estas razones, y en honor del concepto original de Teilhard, Tipler ha denominado a su modelo cosmológico la teoría del Punto Omega, que estudiaremos en otro capítulo.

La teoría del multiverso defiende que a cada partícula de nuestro universo la acompañan un número elevadísimo de partículas iguales cada una de las cuales pertenece a un universo paralelo diferente de los otros, de modo que se diferencia cada universo de los demás en la posición o estado de una sola partícula o fotón. Si aplicamos esta teoría a la vida orgánica sobre la Tierra, el ADN de cada ser vivo se encuentra duplicado en cada universo paralelo. Pero dentro de la cadena de ADN existen unos genes que no tienen utilidad (restos de lo que fuimos o pudimos ser), que forman las llamadas cadenas basura, fruto de luchas del código genético por sobrevivir. La mayoría de estas cadenas, variaciones de genes debidas a mutaciones, no son capaces de reproducirse, puesto que la nueva cadena resultante tras la mutación está alterada y no transmite a la célula instrucciones útiles. Otras mutaciones pueden reducir la capacidad de replicación de la cadena. De este modo se produce la selección natural. Cuando se produce una mutación en nuestro universo, hay un gran número de universos donde también se produce, otro gran número donde no se produce, y otro gran número donde el resultado de la mutación difiere del producido en nuestro universo. De este modo, un solo acto de mutación es capaz de provocar efectos con consecuencias muy variadas en el multiverso, lo que da la posibilidad de gran variación en las formas de vida existentes y en su evolución.

Los ocultistas asocian la evolución de la humanidad a la evolución de todos los astros del universo. Por ello, toda la vida orgánica sobre la Tierra existe por y para las necesidades y objetivos del planeta. La Naturaleza es la directora de los designios de la evolución de la vida orgánica, incluida la humanidad, incluso cuando parece que obramos contra natura. La evolución de la humanidad en modo masivo puede llegar a ir en contra de los propósitos de la Naturaleza, pues si, por ejemplo, todos los humanos se volvieran demasiado inteligentes no desearían servir de "alimento" a la Luna (ver La ley de tres fuerzas). En nuestro sistema, el fin del rayo de creación es la Luna. La energía para el crecimiento, para el desarrollo, de la Luna y para la formación de nuevas ramificaciones partiendo del satélite, va a la Luna desde la Tierra, donde se crea mediante la acción conjunta del Sol, de todos los demás planetas del sistema solar y de la Tierra misma. Esta energía se acumula y se conserva en un gigantesco acumulador situado en la superficie terrestre. Es la vida orgánica. La vida orgánica de la Tierra nutre a la Luna. Esta es un enorme ser vivo que se alimenta de todo lo que vive y crece en la Tierra. La Luna no podría existir si no hubiese vida orgánica en la Tierra, como tampoco podría evolucionar la vida orgánica si no existiese la Luna (está es como un gigantesco electroimán). Por eso la vida orgánica es un eslabón fundamental en la cadena de los mundos, ya que transmite influencias planetarias de varios tipos a la Tierra. La Tierra también crece en el sentido de mayor consciencia, mayor receptividad. Las influencias planetarias que eran suficientes para ella en un periodo de su existencia, se vuelven insuficientes y necesita recibir influencias más sutiles. Necesita un dispositivo receptor más sutil y más sensible. La vida orgánica, por tanto, tiene que evolucionar, adaptarse a las necesidades de los planetas y de la Tierra, y también proporcionar el alimento de cierta calidad a la Luna, como veremos en La evolución del alma. En la economía del universo, nada se pierde, y la energía que ha terminado su trabajo en un plano, pasa a otro. La Luna es la fuerza motriz, la fuerza extraterrena más próxima e inmediata de todas cuantas influencian sobre la vida orgánica de la Tierra. Un humano no puede, en condiciones de vida normales, romper violentamente el lazo que le une a la Luna. Todos sus actos están controlados por ella. Si un humano mata a otro humano, la Luna ha tenido que influenciar de algún modo. La parte mecánica de nuestra vida depende de la Luna, está sujeta a ella. Si desarrollamos en nuestro interior la conciencia y la voluntad y sometemos a ellas nuestra vida mecánica, escaparemos del poder de la Luna. Por ello existen más posibilidades de evolución para individuos aislados que para grandes masas, pues un solo hombre puede vencer obstáculos que son insalvables para la humanidad. Y es precisamente salvando obstáculos el modo en que cada humano desarrolla las cualidades necesarias para evolucionar. Pues la evolución es el resultado del esfuerzo consciente y voluntario, pues para el humano la evolución se debe dar en su conciencia y en su voluntad. Y sólo cuentan los superesfuerzos. El superesfuerzo se produce cuando decidimos seguir haciendo esfuerzos cuando ya habíamos considerado que la tarea realizada era suficiente, o cuando ejecutamos un trabajo a mayor ritmo del que exige la naturaleza del mismo y nuestras capacidades normales. Cuando realizamos nuestros quehaceres cotidianos hay mucho de mecánico en ello. La mayoría de los acontecimientos en que intervenimos son tan rutinarios que los realizamos inconscientemente, sobre todo si se realizan con mucha frecuencia y de modo repetitivo. Sólo se hace consciente aquél acontecimiento en que las condiciones cambian y entonces se activa el mecanismo del "aprendizaje". Por ello la humanidad ha avanzado tanto en el pasado siglo: grandes cambios y grandes descubrimientos, el siglo XX ha sido el de los superesfuerzos. Se puede considerar que el aprendizaje es un superesfuerzo, pues obliga a la consciencia a tomar las riendas del comportamiento. Por ello es que al crecer nos hacemos más mecánicos, pues perdemos capacidad e interés por el aprendizaje. El aprendizaje, por otro lado, no deja de ser sorprendente, sobre todo en su faceta conocida como resonancia mórfica. Es el término usado por Sheldrake para denominar la rápida y espeluznantemente global adquisición y difusión de ciertos patrones de comportamiento en los animales. Experimentos con ratones demostraron que cada generación siguiente superaba los experimentos con mayor probabilidad y rapidez de éxito, como si se heredara el conocimiento de padres a hijos (cosa genéticamente imposible, por otro lado), dejando además una conclusión mucho más importante, y es que nuevas generaciones que no están emparentadas ni viven cerca de las que poseen la habilidad de superar el experimento con éxito, aumentaron aún más la probabilidad de mejoría en el experimento concreto. Es como si las habilidades adquiridas por unos individuos de la especie pasaran a ser capacidades disponibles para todos los de la especie en sucesivas generaciones. De algún modo existen un elemento, desconocido para los investigadores, que sirve de gen del aprendizaje y que posee propiedades no locales, sino globales para una especie (ver el Akasha en Conceptos Cuánticos y entrelazamiento en Teoría Cuántica). También se ha comprobado que funciona la resonancia mórfica para experimentos con humanos. Este "gen" hereditario no local del aprendizaje añade un misterio, de probados efectos, a la evolución humana, y puede ser la clave para determinar el cómo de nuestra supervivencia como especie.

Los cambios son los responsables de nuestra evolución, sobre todo de la evolución de la consciencia. Y no se trata de alcanzar más inteligencia, pues la evolución de las razas no va vinculada a la evolución de la inteligencia (aunque ambas dependen de la disposición genética, desde luego), ya que se ha demostrado que las mayores variaciones genéticas se producen dentro de una misma raza, y no entre razas, independientemente del desarrollo de la inteligencia de la raza. Se trata de ser más consciente, de alcanzar un aprendizaje y una percepción más absoluta del Cosmos. Probablemente ello exija el afinamiento de los órganos disponibles o la aparición de nuevos órganos. Teilhard ya dejó claro que era necesario eliminar el lastre del cuerpo físico para permitir el surgimiento de la nueva especie, pero hasta llegar a ese lejano estado en que seamos organismos etéricos, serán necesarios pasos intermedios compuestos de seres con capacidades orgánicas sublimes respecto a lo que hoy conocemos.

Como ejemplo, algunas vertientes orientalistas dentro del ocultismo defienden que el humano del futuro será creador de vehículos orgánicos (cuerpos físicos) para su especie pero sin usar el aparato reproductivo, como lo hacemos hoy: lo hará por medio de la laringe (soporte de la palabra hablada). Dentro de la laringe se activará un pequeño órgano etérico que actualmente está en desarrollo y que se activará por el uso del fuego de Kundalini, a través del canal Sushumna; y los que no puedan hacerlo seguirán su progreso en un reino lateral, como el caso que conocemos actualmente de los simios respecto de los humanos.

Sobre el futuro podríamos hacer miles de augurios y lanzar teorías científicas que podrían parecer acertadas, así como seguir el camino de santones que aparentaron alcanzar el Ser Supremo. Pero el ser humano todavía cree que sus inventos son causa de la evolución, aunque en realidad cada invento sólo es el encuentro con algo que ya existía, pero que al cambiar la visión que se tenía sobre ello se descubre que tiene una utilidad. Del mismo modo el ser humano confía en que podrá mejorar por sí mismo su futuro y su propio ser... pero lo único que en realidad necesita cambiar para poder evolucionar es su modo de ver la vida: ello le permitirá ir descubriendo poco a poco, como si de nuevos inventos se tratase, que no necesita de artefactos para llegar a la perfección, sino que nuevos puntos de vista sobre sí mismo le mostrarán cómo es de verdad. Conocerse a sí mismo le proporcionará un conocimiento del cosmos y de las partículas, de sus enfermedades, de sus errores y de lo necesario para encontrar solución a sus problemas. Y esto no se podrá realizar más que manteniendo la duda sobre lo vivido, no confiando en que el camino seguido es el correcto, no dejando otros caminos sin explorar cuando pensemos que hemos encontrado un buen camino, esforzándose por la perfección siendo consciente de que no existe la perfección mientras no nos aceptemos tal como somos. Pero atención, aceptarnos no significa estancarnos. Comprendamos lo que somos y disfrutemos de ello, tanto si es bueno como si no lo es, y será el primer paso para entender que aún nos queda camino por recorrer. Si ante la enfermedad o el error presentamos batalla ofensiva en lugar de tratar de comprenderlos, la reacción que se obtendrá será de retroceso evolutivo. Será necesario tomar la enfermedad y el error y aprender de ellos, combatirlos con el sincero reconocimiento de que son productos nuestros y, por lo tanto, fruto de una mala actitud o de incorrecta percepción: cambiemos entonces el punto de vista e intentémoslo de nuevo. Un primer esbozo de por qué la actitud y el punto de vista son cruciales, se puede ver en las fluctuaciones cuánticas en La consciencia humana. La humanidad futura podrá ser una humanidad enferma, corrupta, enfrentada, pero Cristo nos recordó que es la oveja descarriada la que merece la pena, pues la oveja dócil se contenta con ser lo que es, pero no se esfuerza en buscar nuevos caminos. Con ello, el mensaje es: la humanidad futura es la presente... ya poseemos el germen. Sólo hay que cambiar el punto de vista y encontraremos el modo de inventar nuestro futuro. Tal vez la conexión de los Ángeles Lucifer a través de nuestra mente debe dejar paso a la semilla que dejaron los Ángeles en nuestras células, para que la evolución de la humanidad recupere el tiempo empleado en "la caída del hombre".

fuente: Humano

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